Jinete sin rostro
que abona los campos de lágrimas.
A veces detenido un instante
en la esperanza fugaz de una sonrisa;
el descarrilamiento mortal
del corazón acelerado.
Allí me entretengo,
derramando preguntas;
inagotable filón de voces geométricas.
La habitación del deseo amueblada.
La habitación del alma
eternamente vacía.
La habitación del sueño,
con todos sus enseres
bajo el polvo azul,
frontal, de los relojes.
Al otro lado me tiendo
de esa noche de abismo
y olas negras,
enteramente atravesado;
como el triste poeta
de la cama desnuda
que no tiene más que circunloquios,
nada más que tristeza.
Herida que traspasa mi cuerpo ficticio,
lacerante saeta que me llena de nieve;
interrogación pesada,
cual gancho de acero.
© Alejandro Frías
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