sábado, 3 de septiembre de 2011

Abril a mediodía

   Ligeramente protegido por el plástico oscuro de mis gafas de sol, salgo a visitar el sol de abril. Abril a mediodía, cuando el sol puede escupirnos seguro de hacer diana, cuando sus rayos se descuelgan sobre nosotros con matemática verticalidad, cuando los búhos no existen y las cucarachas preparan el próximo golpe, cuando Claro de Luna se afeita el pubis y Robinsón Crusoe se oculta al paso de los hidroaviones. Abril a mediodía, con todo el maremágnum de haraganes de vida diurna bostezando en las terrazas de los cafés. Y los albañiles, con su algazara, con su pausa de longaniza y vino peleón, de "Viva el Betis manque pierda"; y los estudiantes, que han hecho novillos para matar marcianos luminosos, para robarse un beso de goma de mascar de fresas y sembrarse un suspenso honorífico; y los que están en el paro y los que cobran el desempleo, que una vez más han logrado huir de sus esposas, de sus madres, de las cadenas y el látigo del hogar; de las facturas, que planean amenazantes sobre la hucha de sus corazones, de su esperanza; y los poetas y los locos y los drogadictos y las putas, que sueñan cada uno con su libertad desde esa pequeña cárcel de rutinas donde sólo llueve ron y ases de espadas; y los taxistas y los usuarios de los taxis y los funcionarios y los que a duras penas funcionan y los que buscan la soledad con el periódico y los que creen huir de ella con la tertulia. Los clientes de cada día y los de hoy y quizá también mañana en la terraza del café, frente a un rato de un euro con veinte y bajo el sol de abril a mediodía, cuando puede escupirnos sin tener que lanzar sus rayos en parábola.

© Alejandro Frías

1 comentario:

  1. Hola de nuevo :) Como ya te he dicho en alguna que otra ocasion, me gusta como escribes... por ello te he concedido un premio, pasate por mi blog ;)

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