La playa está decorada con los primeros turistas: bañistas de abril, que se desnudan para que el sol sea más certero con sus escupitajos de oro; de vida, he de reconocer. Dentro de pocas semanas el horizonte será un vídeo de "parlevufranse?" y "duyuspikinglis?", de botes de bronceador y cartas de refrescos y también de pechos protuberantes y rubias de campari.
Me quito las zapatillas e introduzco un pie en el agua, y sueño con palmeras sin áticos, con horizontes mojados, con seres de auténticos instintos animales, de razón irracional -o irracional razón-, con chimpancés genuinos que aún no han oído hablar de la caída del dólar.
© Alejandro Frías
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